El paro en mi país ha batido
record, y nada cambia.
La situación no es ya
preocupante.
Es acuciante y desesperada para muchos.
Es acuciante y desesperada para muchos.
Y nada cambia.
Miguel Hernández se equivoco,
este si que es un pueblo de bueyes.
No hay otra explicación.
Haciendo memoria sobre la vida del lobo, no le puedo encontrar explicación a todo esto.
Haciendo memoria sobre la vida del lobo, no le puedo encontrar explicación a todo esto.
Yo empecé con doce años a
madrugar y a mancharme las manos.
Anda que no ha llovido desde
entonces.
Me levantaba a las cinco de la
mañana para abrir y limpiar el taller de mi padre.
Fue el comienzo de mi
enfrentamiento con mi padre.
"Si no te gusta estudiar... trabajas"
"Si no te gusta estudiar... trabajas"
Fue un verano, de esos largos y
asfixiantes de los que hay en Madrid.
Me habían quedado dos asignaturas
y mi padre decidió ahorrarse un aprendiz en la imprenta.
Y así fue... estudie después,
pero trabaje vaya si trabaje.
Levantarme, tomarme un café que
mi madre dejaba en un termo por las noches.
Saliendo de noche de casa para coger el autobús.
Saliendo de noche de casa para coger el autobús.
De esa época
viene mi afición al café, tenia yo que despertarme si o si.
Antes de
entrar en la imprenta, me tomaba otro.
Casi cuarenta
minutos de autobuses y a esas horas.
La receta
perfecta para no despertarme ni queriendo.
La imprenta
estaba en un barrio obrero y supongo que peligroso, yo entonces no me daba
cuenta.
Estando
ubicado en las cercanías del matadero y de lo que hoy seria un Mercamadrid de
la época, era lógico todo lo que se movía por el barrio hacia que fuera un poco
sórdido, como un barrio chino pero sin puerto de mar.
Lleno de
camioneros, ganaderos, fruteros.
Como
contrapartida... chorizos y carteristas sin olvidarme de las putas (con perdón,
pero lo eran)
Al bajarme del
autobús, mas o menos sobre las seis menos cuarto de la mañana, pillaba de
retiro a sus guaridas a unos y otros.
Con la llegada
de la luz del día, el barrio cambiaba.
En la misma
puerta de la imprenta había un restaurante asturiano, sigue estando allí y se
sigue comiendo verdaderamente bien.
Cutre a la
vista pero una de las mejores comidas que yo haya probado en la vida.
Y he probado
lo mío.
Eso si, no se
yo, como están las ensaladas, ni las verduras.
Pero... con
respecto a la carne y al pescado... Para repetir.
Palabra de
lobo.
El caso es que
antes de meterme en faena, entraba yo en el bar y al abrir la puerta me
encontraba con todo tipo de personajes.
A mi... para
que voy a decir lo contrario, lo que mas me llamaba la atención.
Eran... las
señoras de la noche (me he vuelto yo fino de repente)
Para mis doce
años, toda una fauna que supongo me hizo abrir la boca mas de una vez.
Recuerdo que
entraba y me quedaba en un rincón, cerca de la puerta.
Supongo que
con cara de sorprendido por no decir asustado.
Escondido
detrás de la taza del café, mientras miraba a todos y a todas.
A esas horas, después
de trabajar toda la noche y mas con ese
tipo de trabajo que agota y desgasta de tal manera que sus pinturas parecían
desconchones en una pared.
Con todo mi
respeto, mezcla rara de respeto y cierta pena por su trabajo.
Quizás he
podido verlas de otras formas, desayunar todas las mañanas con esas compañeras
y contemplarlas, al final de una jornada de trabajo.
Bajada la
guardia, sin tener que exponerse al mejor postor, comentando entre ellas sus
andanzas e incidencias de la noche.
No es que
fueran bellezas al uso, para semejantes clientes tan poco exigentes no hacia
falta mucho.
Pero al cabo
de las semanas y viéndolas, oyéndolas fui conociendo sus nombres de guerra.
Todos los
tamaños y edades, con escotes pronunciados, sus faldas cortas (para la época,
hoy se han batido a la baja, No me olvido yo de los pantaloncitos de temporadas
pasadas)
Tenían su
cierto encanto.
Bueno por esta
noche... (me he pasado yo de hora)
2 comentarios:
Hambre mis padres que fueron niños de la posguerra y levantaron un pais en ruinas trabajajando desde que tenían 7 y 9 años.
buena memoria lobo...tal y como me lo contaste a mi...:p
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