Habla, cuenta historias.
Oídas, algunas al lobo…
Supongo que a otra gente también habrá oído contarlas las suyas.
Pero cuando estoy allí, llevo la carga de las mías.
Busco mis propios rincones una vieja construcción de madera medio rota que en tiempos se usaba para observatorio de aves.
Allí sentado fumo mirando el reflejo de la luna sobre el agua.
Mentalmente mantengo mil conversaciones, busco paciencia, busco salidas y recuerdo momentos que llevo conmigo.
No hay silencio nunca, o bien la brisa, bien el golpear tenaz del agua en la orilla, es como música repetitiva en mis oídos.
A veces, cada día menos, se oye ulular (san google) a un búho o el grito de algún ratón de campo.
Son sonidos de la noche, lejos de frenazos o sirenas y ruidos de la ciudad.
Hay gente que se asusta de esa semioscuridad y cada ruido es un sobre salto.
A mí me gusta oírlo, es como si la noche acudiera a acompañarme.
Por más que cuando acudo allí busco la soledad, y como muchas noches el olvidar cosas que dañan por no tener control sobre ellas
No hay culpas y si realidades, hay impaciencia y no calma, y eso me lleva a una plataforma de madera encima del agua.
Tantas veces reniego allí de mi instinto que me hace ver cosas que otros no perciben, me siento como si me acosaran con información y datos sin darme descanso.
Mis dedos a veces no encuentran la forma de explicar mis seguridades.
Temo expresarme mal y que se creen mal entendidos.
Acudo allí a dejar mi rabia a veces otras mi impotencia y todas buscando la calma que me falta.
Hoy estuve poco tiempo el que se tarda en fumar dos cigarrillos.
No había forma de olvidar y evitar pensar… me fue imposible, maldito sea mi instinto hoy esta madrugada en especial.
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